lunes, 21 de enero de 2013

OTRAS REALIDADES, EL PRANAYAMA


A lo largo de la vida no tuve grandes crisis personales -que ya es un milagro-, siempre aceptamos con optimismo los acontecimientos amargos de nuestra existencia con mucho positividad y energía. Todo era más fácil, especialmente por esa luz dorada que me acompañó siempre, así como, por los dos angelitos de compañía que constantemente estaban riendo. Me sorprendía como había gente que vivía inmersa en sus miedos y con un deseo de vivir, como Shrek, en el lodo de la desgracia. Ese sentido siniestro de la vida transformaba toda la existencia en un “coro trágico” como sucedía en la casa de Bernarda Alba, en Bodas de sangre o en Yerma, todo junto, a la vez, como en las grandes representaciones teatrales de las tragedias griegas. Desgarros a flor de piel y borbotones de sangre manando de la fuente de los lacrimales confirmaban el viejo aforismo de “llorarás lágrimas de sangre”.

Pero para mí todo era un juego, un entretenimiento, una forma de mejorar la vida. Por este motivo me introduje en lo que podríamos llamar la “espiritualidad”. Desde la sociología indague en otras culturas y en distintas formas de trascendencia. Recordé la historia del Pranayama, “la respiración que cura”, una técnica oriental milenaria para equilibrar la mente. La introducción en este mundo desconocido, comenzó, como no podía ser de otra manera, desde un acercamiento reflexivo y crítico racionalista. No me paré ante ciertas líneas rojas, las traspasé.

Nunca me he cerrado a otras corrientes, incluso a las que, aparentemente, no eran“científicas” o estaban fuera de la “Academia Oficial”. ¡Siempre fui muy heterodoxo! Especialmente cuando conocí los intereses que hay detrás de la“Industria de la vida”. Todo es objeto de mercancía, la vida, la muerte, la pobreza, ¡Todo!, ¡Absolutamente todo! La avaricia del modelo capitalista nos ha llevado a la situación que estamos padeciendo ahora, una crisis de humanidad. La Economía sin Fronteras, está doblegando al mundo, hasta transformarlo en esclavo y la fármaco industria, nos medicaliza hasta la neurosis y el espasmos. Modifican parámetros a fin de aumentar los objetos diana, su ideal es que todos estemos enfermos o pre-enfermos. Nuestra vida será más feliz si nos cuidamos, y ¿Cómo? Tomando sus píldoras de la felicidad. ¡Vaya mundo! ¿Por qué no nos dejan vivir en paz? Sin complejos, sin miedos, sin coacciones, ¡Que nos dejen respirar en paz! ¡Qué decidamos libremente lo que más nos conviene! Sin tutelas interesadas solo en hacer caja.

Por estos motivos propongo activar las prácticas médicas tradicionales orientales que, son menos dañinas y más baratas, aunque con todas nuestras cautelas. Proceden de una cultura milenaria y porqué no hablar de las teorías del Yin-Yang. El Yin es la energía negativa y el Yang, la positiva, según la medicina tradicional china la enfermedad surge cuando se altera el flujo del Chi. El concepto del Chi o de la energía vital, regula el equilibrio espiritual, emocional, el mental y el físico, aunque tiene pocos anclajes en nuestra cultura científica occidental. Es obvio que estos principios son difícilmente asimilables por nuestra civilización, pero, de forma muy resumida, son siete los principales métodos de tratamiento: La Tui Na o Tuina; la acupuntura; la Moxibustión; la Ventosaterapia; fitoterapia china; dietética y Prácticas físicas (Chi Kung, Tai Chi Chuan y otras artes marciales). La Meditación y la Respiración, son una parte importante de todas estas técnicas.

Raimon Panikar, en 1996, publicó en Siruela el libro El silencio del Buddha. Una introducción al ateísmo religioso, se trataba de explicar que las estatuas del Buddha, con esa actitud de serenidad, apacibles, sonrientes y con una mirada, que ven sin mirar, ayudan a entrever que cualquier pregunta puede no tener sentido. El Buddha no solo calla, sino que acalla cualquier ansia y perplejidad. El hecho de descubrir la irremediable contingencia, la finitud, la impermanencia, conduce a la vacuidad más completa, esto es, el nirvana. El objetivo es producir una mayor felicidad.

He viajado por algunos lugares de la conciencia y he podido comprobar lo débil que es el ser humano. La búsqueda, a veces, compulsiva de la felicidad manifiesta lo frágiles que somos, especialmente, ante alguien que nos hace promesas inalcanzables, probablemente porque no existen en este mundo y, quizás, tampoco en el otro si es que lo hay. Debo resaltar que he encontrado, en diferentes grupos que he indagado, una gran mayoría de problemas psicológicos, incluso algunos psiquiátricos. Lo peor, los llamados “guías espirituales”, solo muy pocos son gente sensata, con los pies en la tierra, pero la gran mayoría están para llevar un cencerro. Este mundo, ligado, de alguna manera, al esoterismo, posee un porcentaje muy elevado de embaucadores, farsantes y mentirosos. Cuando inicié este viaje, que empezó en el mundo de la fitoterapia, donde también hay una fauna muy particular, una de mis premisas era que los milagros no existen y que no hay seres divinos, etéreos, que van alcanzando niveles superiores de espiritualidad, hasta que explotan como un globo de gas y desparecen en el nirvana.

Una de las enseñanzas de Buda fue precisamente que, aunque un guía podía ser necesario, sin embargo, el mejor guía que uno podía tener era él mismo, todos llevamos un Buda dentro. Además, no había que dar las cosas por dadas, había que dudar de todo, reflexionar continuamente hasta que nos convenza aquello que estamos buscando, ¡No está mal!

A continuación, las historias que voy contar lo haré desde el humor, el respeto y la compasión, que no se interprete como una mofa de las creencias de otros y sí como un mecanismo personal de coping ante situaciones verdaderamente cómicas e, incluso, dramáticas.

Durante algunos años, disfrutaba introduciéndome en lugares insólitos, diría más, de destierro, con gente “rara”. Era un mundo de sorpresas continuas y que me atraía con un morbo transgresor. A pesar de todo, he intentado aprender algo nuevo, siempre es posible, incluso en las tinieblas. La historia que voy a contar a continuación tuvo lugar en Torre Molinos (Málaga), una zona de playa donde hay un gran número de extranjeros de muchas nacionalidades y, además, con un gran poder adquisitivo. Recuerdo un caso triste de un charlatán desaprensivo, decía curar el cáncer con un cuarzo espectacular, este lo hacía pasar varias veces por la zona afectada, en este caso era un cáncer de pulmón, y con una letanía indescifrable que hacía coincidir, a la vez, con un movimiento circular de ambos ojos, algo parecido a la folklórica Marujita Díaz, verlo en ella daba risa, pero este tipo, que ponía cara de poseído y loco, “acojonaba”. Era conmovedor ver al enfermo con una expresión de felicidad y alegría que me provocó un gran desasosiego y ternura.

En otra ocasión y a través de una amiga común de curaciones reikinianas y místicas, fuimos a visitar a una Guía Espiritual. Era una mujer extranjera, madura y, según decían sus acólitos, con un canal supremo y abierto a la espiritualidad. Los chacras estaban unidos a un nivel de nirvana, ¡Vamos, un canal de luz que podría cegarnos! Al entrar en su casa, me sorprendió el gran número de personas, sentadas en hileras de sillas a todo lo largo de un pasillo y de un gran salón. ¡Qué poder de convocatoria! ¡Sí, debería ser un espíritu libre! Nosotros nos ubicamos al final, ya que no quedaban asientos libres y todos esperaban, con gran impaciencia, la entrada “triunfal” de un haz de luz de “Guía”. Pasó mucho tiempo y todo el mundo se intranquilizó. De pronto, se oyó abrirse una puerta, todas las cabezas se giraron e inclinaron para ver a la aparecida. Al fondo, vestida de un blanco impoluto, con una cabellera blanca como la nieve, surgió la señora, la expectación era máxima, sus pasos eran lentos y parecía levitar sobre el suelo. Cuando llegó al salón, donde estábamos nosotros, inesperadamente clavó su mirada sobre la mía, me sentí extraño ¡Se había fijado en mí! ¿Por qué? ¿Sería un espíritu libre como ella? Yo la sonreí y de pronto, dio un giro brusco de 180 grados y volvió por donde vino con pasos acelerados. Todos nos quedamos sorprendidos y yo muy “mosqueado”. Sin embargo, la gana de guasa y cachondeo que me produjo, soliviantó a mis acompañantes. Mi compañera me preguntó con cara de preocupación ¿Pero, que le has dicho? Nada, creo que soy uno de los suyos. Pasó mucho tiempo, se oyó en dos ocasiones el ruido de la cadena del wáter y pensé, ha tenido un apretón con despeño diarreico, parece que los espíritus también hacen de vientre. Al cabo de un buen rato, volvió a salir y se dirigió directamente hacia mí, ¡Qué curioso, con tanta gente y se fija en mí! Yo no había hecho nada pero me preocupé. Casi siempre meto la pata sin querer, pero, en esta ocasión, la culpa no era mía. La guía espiritual se me acercó con los brazos en alto y pensé lo peor: Adiós, va a decir lo que mi padre cuando se cabreaba conmigo que ponía los brazos en cruz ¡Baja Pedro! Pedro, era el cabeza visible, el discípulo de Cristo, el santo, el que lo negó tres veces ¡Pero no! Esa luz blanca, con una voz muy dulce, me dijo que no podía estar a mi lado, que debería irme de su casa, que yo había tenido millones de vidas y que mi influencia era negativa para ella. Pensé ¡Otra vez! ¡Ves como la culpa era mía! ¿Qué significa que he tenido millones de vidas? ¿Por qué me ha tocado a mí? si soy una buena persona. Creo que el motivo de echarme de su casa fue, probablemente, por la cara de guasa que tenía cuando me miró. Pero esta es mi cara habitual, alegre, divertida, me gusta ser ameno y no me tomo la vida a la tremenda. En fin, ¡Que le vamos hacer! ¡Hay gente pa tó! “aunque tengas un gran canal de amor y de felicidad no te libras de lo terrenal”.

Recuerdo que en un retiro de meditación me sucedió algo extraordinario, incluso, hoy día, me estremece. Fue la primera reunión con el grupo “Rayo Dorado”, tuve ciertas reservas ya que el nombrecito se las traía, me hacía sospechar una secta ¿Me abducirían? ¿Quedaría atrapado en el tiempo y ya no podría salir de él? Sin embargo, conocía a mucha gente, a buenas personas, enfermeras del hospital, un médico naturista y otras compañeras de trabajo que llevaban algunos años con ellos y nunca les había pasado nada. Tenían un buen rollo y les gustaba dar muchos abrazos, lo que no me desagradaba, especialmente porque mi “rayo dorado” también era aficionada a transmitir buena energía a través del contacto físico. Debo reconocer que siempre había un clima muy positivo, el ambiente era de paz y tranquilidad, tomábamos exquisitas infusiones de Sambhu, gran gurú del rayo dorado y que nunca vi, a pesar de mis continuados intentos por conocerlo.

Después de cada meditación, formábamos un círculo y todos nos contábamos las experiencias vividas. Cuando llegó mi turno me mostré muy afligido, era incapaz de articular palabras, titubeaba y me avergonzaba contar lo que me había pasado. Todos me animaron, decían que durante la primera vez no se producían grandes experiencias, pero cualquiera, por pequeña que fuera, era importante y la debía de compartir. Me sentí más animado y comencé la exposición: Cuando estaba muy relajado, la mente se me quedó en blanco, sentí que mi cuerpo no era mío y que, de pronto, comenzaron a abrirse una especie de tapones circulares brillantes como el metal, de unos siete centímetros de diámetro. Empezó por la coronilla, la primera tapa se abrió espontáneamente en el sentido contrario a las agujas del reloj. Empezó a salir un chorro de vapor de un color oscuro, como una nube negra y que poco a poco se fue transformando en humo blanco, muy blanco hasta que dejó de salir. A continuación, sucedió igual con el siguiente tapón de la frente, de nuevo se abrió y manó un gas violeta oscuro, hasta que tuvo un color muy puro. El siguiente, en la garganta con un color azul intenso. El sistema siempre era el mismo, se abría la tapa y salía ese vapor o gas hasta que se estabilizaba. En el pecho, en el abdomen y en la parte inferior del vientre, que tenía un color rojo oscuro. Conforme se iban vaciando cada orificio, la tapadera volvía a cerrarse espontáneamente y esta vez girando en el sentido de las agujas del reloj. Durante todo este proceso me sentía cada vez más cómodo y feliz. Una vez cerrados todos los orificios mi cuerpo éste cambió, se transformó en un ente etéreo, como un fluido muy volátil y que me podía desplazar, a gran velocidad, donde yo quisiera. En ese momento, me encontré en mi barrio, iba entrando en las casas y observando a la gente que vivía allí. Igual entraba que salía, a gran velocidad, sin embargo, podía reconocer a todas las personas que había en cada hogar. Entonces, entré en mi casa, donde nací, la reconocí enseguida, las habitaciones, el salón, la cocina y, de pronto, vi a mi padre pero muy joven y también a la que sería mi madre hacía muchos años, en ese momento y muy aturdido, ese gas o fluido que yo era entró como un tiro de escopeta en el vientre de mi madre. En ese momento, desperté de la ensoñación y con cara de extrañeza, no reconocía a la gente que había a mí alrededor, después de unos minutos volví a la realidad, ¿Qué me había pasado? ¿Había estado meditando?

Cuando acabé con la narración de mi experiencia, las caras de las personas que me escuchaban eran un poema: de extrañeza, de miedo, de alegría, con expresiones de risa boba, pero sobre todo ¡La cara del guía! ¡Me impresionó! No sabía si iba a echarse a llorar o a reír de alegría. Me dijo que era un privilegiado de la vida, que era un honor estar conmigo, que muchos gurús habían intentado, años y años durante toda su vida, tener una “limpieza kármica” tan hermosa como la mía y que nunca lo consiguieron. Además, tuve una ¡Una regresión espontánea! ¡Qué suerte! Todos me felicitaban y yo me sentía el rey del mambo. A los pocos días de lo sucedido, reflexioné detenidamente y llegue a la conclusión que la meditación me había provocado un “chute” de endorfinas. Las encefalinas me habían provocado una distorsión de la realidad tan importante que ya no se volvió a repetir nunca más.

En otra ocasión, viajamos a Córdoba, en un paraje natural magnífico donde nos reunimos de nuevo con el grupo el “Rayo Dorado”. En este retiro hicimos otros ejercicios, uno de ellos y muy importante, fue el de la respiración, concretamente el Pranayama. Desconocía que era y como iba a desarrollarse. Entre los asistentes había toda una colección de modelos, especialmente en chicas, con unos monos de diseño blancos, estaban guapísimas, así como los chicos que iban enfundados en pijamas y trajes blancos. Ante esta colección de gente guapa, yo me sentía como un pulpo en un garaje, no tenía nada blanco, bueno sí, quizás los calzoncillos, pero no era cuestión de quitarme los pantalones. Me sentía raro y extraño con esta gente a mí alrededor y, por primera vez, me arrepentí de haber viajado con ellos. Pero comenzó el espectáculo. Durante las meditaciones, había que respetar el silencio para una mayor concentración, sin embargo, una mocita rubia, alta, guapa y con un tipo que quitaba el hipo, comenzó a respirar expeliendo jadeos, cada vez más continuos y rápidos. Me despertó de mi letargo y molesto pensé, “ésta lo que quiere es entrar en alcalosis respiratoria y pillar un cocolón de aúpa”. Poco a poco, se fue contagiando al resto de las mujeres. Es curioso como los pocos hombres que estábamos allí, no emitíamos ningún sonido gutural, solo las mirábamos con atención. En unos minutos, toda la sala era un espasmo de jadeos, se entabló una pugna para ver quién lo hacía más fuerte y rápido. Cuando finalizó el espectáculo, volvimos al silencio que nunca teníamos que haber roto, hasta el próximo descanso. En este receso, aún sorprendido y molesto, me dediqué a correr la voz, como una pequeña venganza, de que todos los chicos estábamos “muy empalmados”, imaginando que las chicas estaban en una orgía. No pudimos levantarnos hasta pasados quince minutos debido a la dilatación eréctil y hasta que volviera a la normalidad. Estos comentarios llegaron al guía y al comenzar la siguiente sesión, prohibió tajantemente que se volviera a repetir y que cada una respirara “padentro”, sin hacer ruido, ya que desconcentraban a otras personas, ¡Al fin la tranquilidad! Aunque creo que me hubiera gustado mucho que la escena, que pasó por mi cabeza, fuera real. ¡Qué buen retiro pranayama! Cuando mi amiga se enteró que había sido yo el responsable del bulo de la noticia, me dijo lacónicamente ¡Pepe, eres un hijo de la gran puta! Le respondí: Mi querida amiga, éste retiro no lo olvidarás nunca en toda tu vida y, como bien sabes, estas son otras realidades y todos estamos conectados en el pranayama.





lunes, 14 de enero de 2013

MADINAT ILBIRA, DEL ATAÚD A LA CUNA (II)

Recuerdo que un día de verano, durante la hora de la siesta, estaba frente a un portón, de madera y clavos, era la casa de mi tía en Sierra Elvira. El zaguán daba acceso a un gran patio interior de tierra donde también estaban los corrales. Entré muy resuelto y de pronto,  me vi ante el umbral de una verja metálica que atravesé. Todo se oscureció de repente y me quedé, durante unos instantes, aturdido; a los pocos minutos, apareció ante mí una galería rectangular y profunda, el suelo era de albero y las paredes y el techo enlucidos con arena fina. Mi sorpresa  y desorientación fue tal que sentí un escalofrío que atravesó todo mi cuerpo. Sin embargo, apareció al fondo una luz dorada que iluminaba todo este túnel y que parecía marcar mi camino. Comencé a andar de forma muy decidida y sin miedo, aquella luz me daba seguridad y conforme caminaba me inundaba una sensación de calma y felicidad. Por más que avanzaba con paso firme y rápido hacia el final del corredor, este parecía alejarse cada vez más.  Pero, conforme marchaba en el camino, se incrementaba la alegría por alcanzar ese final desconocido y extraño. Un soplo de aire fresco me daba en la espalda y  me ayudaba a avanzar más deprisa.
De forma muy precipitada noté un fuerte impulso que me elevó casi por los aires y caí despeñado, a unos dos metros, hacia una gran plaza. La luz me cegó durante unos segundos y al abrir de nuevo los ojos comprobé que en ese lugar había un gran mercado, era una lonja con las características de otra época. Para mi sorpresa, las personas que estaban en él vestían con túnicas y mantos, ¡eran chilabas!, los hombres tenían turbantes y las mujeres el Hiyab. Era media tarde y la gente se iba retirando de la plaza para dirigirse a sus casas. De forma automática comencé a andar y pude sentir la túnica que me cubría el cuerpo, tenía en los pies unas sandalias de cuero marrón y pude comprobar que mi paso era firme. Caminé por una plaza rodeada de edificios muy grandes de diferentes colores: añil, verde esmeralda y blanco. Al llegar a la esquina de una calle se levantaba un edificio de tres plantas, majestuoso. Las balconadas con celosías de madera contrastaban con el blanco de la fachada. Cuando llegué a la puerta pude comprobar que el lujo que desprendía la casa no me era extraño ¡Era mi casa!, entré lentamente y comencé a subir unas escaleras blancas de mármol, noté una presencia y alcé mi vista, pude comprobar que había una mujer, las luces que entraban por los orificios de las celosías, los rayos de sol, iluminaban su rostro que estaba cubierto con un velo de color violeta claro con ribetes dorados. Solo destacaban sus ojos, grandes, de un color muy especial y con una mirada llena de ternura. Solo mirarla  me llenaba de seguridad, de paz y de mucho amor, era la mejor madre del mundo, siempre me escuchaba con mucha atención y encontraba la palabra adecuada que me daba mucho consuelo. No podía imaginar una vida sin ella, lo envolvía todo, siempre estaba alegre cuando estaba conmigo, aunque conocía que su vida era muy triste con mi padre. Por este motivo, tenía grandes trifulcas con él. Yo no soportaba que depreciara a mi madre, tu trato hacia ella era muy vejatorio. Aunque mi padre era muy robusto y grande y yo un adolescente, mi cuerpo había crecido lo suficiente como para plantarle cara, a pesar de su mal carácter.  
De pronto, una voz muy suave me llamó y me dijo:
- “Amîr”
- ¿Qué quieres madre?
- Vamos, ven, que ya es tarde y tu padre nos espera para comer

Me acerqué a ella y me abrazó con delicadeza. Desprendía un olor muy especial, entre azahar y almizcle. Su cara, aunque estaba cubierta con el velo, le resaltaba aún más el color topacio de sus ojos. Sin duda era la mujer más bella de Ilbira. Mi amor por ella sobrepasaba cualquier otro sentimiento y mi temor a perderla me sobresaltaba cada día. De pronto, observé con pavor como mi padre se abalanzaba hacía nosotros con una daga monstruosa en la mano derecha. Lanzaba improperios e insultos de todo tipo contra mi madre, le reprochaba haber salido de casa, incluso le acusaba de estar con otro hombre. Estaba desquiciado, enloquecido, con la cara enrojecida y marcada con las venas ingurgitadas, parecía que iba a reventar en cualquier momento  En menos de un segundo vi correr la sangre de mi madre, brotaba con fuerza y pulsada mente en su cuello. Sentí un dolor inmenso  y comencé a gritar acusándolo de asesino. El cuerpo de mi madre cayó desplomado sobre el suelo ¡Estaba muerta! ¡La había matado! Me abalancé hacia él, estaba sorprendido después de haberla degollado, miraba el cuerpo inerte de mi madre y forcejeé hasta quitarle la daga, se la clavé con violencia en su pecho. Me miró con cara de sorpresa y en pocos segundos murió.
Una mujer anciana que estaba mirando la horrible escena, me llamó con una voz desesperada y me instó a que huyera de la casa. Dominado por el terror, salí corriendo, como un loco, sin una dirección concreta. Mi angustia y mi llanto aumentaban conforme me alejaba de la casa, en ese momento grité con fuerza:

- Por favor, ¡Sácame de aquí! ¡Sácame de aquí! ¡Por favor!
- ¡Tranquilo, tranquilo, relájate! Que pronto estarás en casa

A los pocos minutos y después de una respiración muy agitada, recuperé la normalidad. Respiré tranquilo al comprobar que todo fue un sueño, aunque fue un sueño en vigilia ya que viví esta historia con plena consciencia y realidad de todo lo acontecido. Lo llaman experiencia hipnótica o “regresión”, es decir, un viaje al pasado, a otras vidas. Es evidente que la regresión hipnótica no tiene ninguna evidencia con base científica, se recuerdan otras vidas a través de la hipnosis. Sin embargo, la relajación profunda que provoca puede conectar la información almacenada en el subconsciente con el exterior, ¿Cómo y porqué se produce este fenómeno? No lo sé, pero tampoco me importa ¡Da igual! Hay casos de regresiones que pueden resolver conflictos emocionales, ansiedad, estrés, duelos, etc. y, en otras ocasiones, como puede ser mi caso, fue una experiencia única. Las regresiones a otras vidas pasadas pueden enriquecer una vida aburrida y, además, puede ser una reproducción “fiel” de unos hechos pasados que no se recuerdan, bien por el paso del tiempo o por una amnesia transitoria. De todas formas nadie me puede negar que sean una experiencia excepcional.

MEDINA ELVIRA

MADINAT ILBIRA, DEL ATAÚD A LA CUNA (I)


Madinat Ilbira (Medina Elvira), fue la ciudad más importante de la Vega de Granada entre los siglos VII y X, incluso tiene vestigios importantes de la época romana. En el siglo IX Abdehrraman II y Muhammad I construyeron su alcazaba y muy probablemente su mezquita mayor  (llamada “Aljama”). Su aparición y estudio de sus restos es muy reciente, fue declarada Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 2004.
Por los datos que se disponen , Madinat Ilbira fue abandonada a finales del siglo X y de forma inmediata  aparece la ciudad de Granada que se estabiliza en el siglo XI, dicho de otra forma, Medina Elvira fue el ataúd y la cuna de Granada. Puede ser por “casualidad” que mi infancia se desarrolle en Sierra Elvira y que simbolice la referencia más significativa que tuve en mi juventud, así como, el lugar donde se formaron y moldearon mis huesos y mi alma. Mi nombre, también por “casualidad”, es Alhama ¿o Aljama? 
En el libro de los consejos de las pequeñas memorias de José Saramago, dice textualmente: “déjate llevar por el niño que fuiste”. Muchos señalan la importancia que tienen los primeros años de la vida, especialmente desde que se despierta la conciencia -“acabado de nacer”- hasta los nueve o diez años. Este despertar nos inundaba con tantas interrogantes y preguntas que, lejos de agobiarnos, nos ayudaba a comprender  todo el mundo nuevo que se nos abría como un gran caleidoscopio. Mi infancia y adolescencia estuvo transitada entre dos orillas, pasaba del “tiempo del aceite de hígado de bacalao” al “tiempo de rosas”. El tiempo de rosas se desplegó en “Madinat  Ilbiray comenzaba en la Plaza del Triunfo. Mi tía y yo, nos subíamos al tranvía 29, asignado a la línea 2 y cuyo destino final era Pinos Puente. Es difícil explicar todos los sentimientos que me inundaban en el momento de sentarme en aquellos vagones amarillos con los asientos de madera. Era uno de los momentos más felices de mi infancia, los otros, estaban relacionados con la soledad. Ante mis ojos, se despejaba un futuro con un color y una luz muy especial, olía a fogón, a alamedas y caracoles, a la carbonilla del tren, a agua de carbón muy caliente, a vapor de volcán, a launa para las “resculizas”, a corral, a pan de leña, a leche recién ordeñada. Era una explosión tan fuerte de los sentidos que mi corta edad no podía asimilar, pero lo más importante es que me sentía un niño mimado y querido.   
El viaje en el tranvía era una auténtica aventura, todo me sorprendía, desde el cobrador con su gorra de plato y los tickets de papel de fumar, el conductor cuando giraba la manivela y pulsaba con el pie la palanca de la campana para avisar a la gente a su paso, el camino que iba paralelo a las vías y por donde circulaban vehículos de todo tipo, incluidos carros tirados por burros, las alamedas de Atarfe y, especialmente, cuando aparecía al fondo la sierra para dirigirnos al “baño” de Sierra Elvira.  Adentrarnos en la sierra despertaba en mí el misterio del volcán adormecido de la “Raja Santa”, aunque a veces despedía una gran humareda de vapor blanco que nos encogía el corazón  y, además, donde decían que habían muerto más de un incauto por intentar desentrañar su secreto.
La llegada a Sierra Elvira era como una entrada triunfal del rey Boabdil, el Chico, en el reino Nazarí. Todos me esperaban con los brazos abiertos, aunque no todos, algunos como “el tío Pillo”, Enrique “pata palo” o D. Fernando, el maestro, eran más cautelosos en alegrías y bastante recelosos por lo que pudiera ocurrir. Además, allí conocí, por primera vez, el amor, platónico sí, pero al fin  y al cabo el Amor. Me enamoré de una señorita, bueno fueron dos a la vez, aunque tampoco lo tenía muy claro. Mis deseos oscilaban entre dos colores, el rojo y el negro. El rojo, era la pasión, pasión por una niña que, siendo del pueblo, era cantante y famosa entre los vecinos y que le gustaba utilizar vestidos de este color, tan atrevido, en sus actuaciones de las fiestas. Era una criatura de no más de 10 u 11 años y no intercambié ni una sola palabra en todas mis estancias en Sierra Elvira. Esto mismo ocurrió con otra  chica que siempre iba vestida de negro, me daba escalofríos ver a una niña tan pequeña con unos ropajes de abuelas y personas mayores. Le habían puesto luto por su hermano, tan pequeña ¡Qué crueldad! El color pálido de su piel, su mirada siempre triste y ausente, me hizo imaginar que esta podría ser  una buena mujer para compartir con ella toda mi vida, incluso cuando fuera mayor. ¡Yo era tan joven y ya con esta curiosa dicotomía! Mi vida en Sierra Elvira fue la etapa más feliz de mi infancia. He añorado la vida familiar que me proporcionaron, así como el cariño y el amor que me dieron y que intenté corresponder con mis “gansadas” cada día que estábamos juntos.










miércoles, 2 de enero de 2013

“Día mundial del silencio, 2 de enero 2013”

Hija ¿Sabes que le pasa a tu padre? No, ¿Es que le pasa algo? Que está toda la mañana sin abrir la boca, está muy raro. Bueno, no te preocupes, ya lo conoces cuando se pone “meditabundo” no conoce a nadie. No, no, es que no habla nada, no escucha, se te queda mirando fijamente y hasta me da miedo. Que no hable es normal en él, es un poquito raro pero eso tienen los poetas. ¡Qué poetas, ni que niño muerto! Yo creo que está enfermo y no nos lo quiere decir. Anda no te alarmes mamá, espera un rato y verás cómo se le pasa todo. Pero bueno, ¡Como no me voy a preocupar! ¿Sabes lo que ha hecho esta mañana? Ha salido a comprar el periódico y cuando yo he ido para comprar la fruta, me han parado cinco vecinos para preguntarme qué le pasa a tu padre, que si está enfadado con ellos porque no los saluda; al vecino, que es un poco sieso, en vez de saludarlo se ha reído en su propia cara y dice este que le ha hecho un gesto muy raro con la mano, todo sin mediar palabra. No les hagas caso, ya conoces a la gente que son unos chismosos. ¡Qué chismosos! Sabes que no son cotillas, incluso a la farmacéutica ni la ha saludado, con lo educada que es ella. ¡A donde vamos a parar! ¡Está enfermo, yo lo sé! Pero él no lo quiere decir. Bueno, será un mudo hablador que ha dejado de hablar, ya sabes, son los pesticidas según dice mi padre. Eres tan gansa como él, esto no es para tomarlo a broma ¡Dios mío que hecho yo para merecer esto!

Me tienes muy preocupada y no es justo que me trates así, ¡Por favor, háblame! Pero no me mires de esa forma, tienes ojos de besugo y pareces un alelao. Bueno, no quiero preocuparte, solo que estoy cumpliendo una promesa que es un experimento. ¿Quieres comer ya? Hay dieta de espárragos. Bien, lo que tú digas, mira quiero que sepas que cuando uno está en silencio, no quiere decir que no quiera hablar, ¡al contrario! Hay una necesidad urgente de comunicarse, tenemos que comunicarnos más. ¡Eres insoportable! Tú sigue así, sin hablar y con esa cara de tonto, debes de saber que yo te quiero y necesito que tú me quieras también, son tantos años juntos que, a veces, parece que no tengamos nada que decirnos y es todo lo contrario, cada día que pasa es un día menos en el calendario y como comprenderás no estamos en una época de derroche, tenemos que aprovechar mejor el tiempo. Te comprendo muy bien y tienes razón, debemos mantener la ilusión de siempre y para eso es necesario hablar y comunicarse, aún tengo muchas cosas que decirte y, más ahora, que uno va recapitulando muchas etapas de la vida. ¿Recuerdas cuando nos mirábamos fijamente a los ojos? Podíamos estar así durante horas y no necesitábamos decirnos nada. ¡Bien, bien, lo has comprendido! Es estupendo estar callados, ¿Te das cuenta? no necesitamos hablar y si lo hacemos, debe ser con sosiego, con calma, con tranquilidad, necesitamos más silencio para escuchar las palabras, el ruido y las voces no nos dejan la concentración suficiente para prepararnos a una escucha activa, tenemos que estar pendientes uno del otro, de nuestros gestos, de nuestra actitud. Bueno, no sé pero creo que estoy hablando sola, me estoy volviendo loca. No, no, me estás escuchando en silencio, vamos bien, no te desesperes, lo más importante es que me mires a los ojos. Por cierto, te he dicho alguna vez que tienes ojos de borrego, especialmente cuando me miras con esa cara de retrasado, ¡Me tienes harta! Es que no puedes hablar como cualquier persona normal.

Como creo que me estás escuchando, quiero decirte que te he concertado una cita, para esta tarde, con tus colegas a quien tanto quieres, he llamado al neurólogo, amigo tuyo, para que te vea. Bueno, bueno, ahora sí que creo que te estás volviendo loca, mira te escribiré en un papel lo que pasa - ¡No puedo hablar tengo una promesa!- Ves, ¡ya lo decía yo! A ti te pasa algo ¿Porqué no puedes hablar? ¿Desde cuándo estás así? He hecho bien, ¡Que te vea el neurólogo! En fin, la ilusión era una pompa de jabón y se ha explotado ¡Qué difícil es la comunicación! Ni siquiera con quien llevas junto toda la vida, parecemos al Rajoy con la Ángela Merkel, bueno en este caso las palabras son órdenes que van en un solo sentido y más que comunicación, es sumisión.

¡Buenas tardes! Te he llamado porque mi marido, desde esta mañana, es incapaz de articular palabra, él me ha escrito en un papel que no puede hablar ¿Qué puede ser? Bien, parece que tiene una afasia por afectación del hemisferio cerebral izquierdo, es posible que sea un ictus, porque ¿No se ha dado ningún golpe en la cabeza ni tampoco parece tener una infección? De todas formas hay que hacer un diagnóstico diferencial entre la afasia de Broca, de Wernicke, de una afasia de conducción, o bien, de una afasia transcortical motora, sensorial, mixta o anómica. ¡Tiene cojones! Cuantas palabras para describir un experimento, pero claro le hacía tanta ilusión que me viera el neurólogo... ¡Seguro que este gachupín me encuentra algo! Bien, tenemos que dejarlo hospitalizado y mañana, a primera hora, le haremos todas las pruebas. ¡Me cago en la puta!

Oh! Doctor ¡Ha reaccionado! ¡Puede hablar! Esto ha sido una curación milagrosa, ¡Qué bueno es Vd. doctor! Buenas tardes y adiós, por cierto, ¡Muchas gracias por sacarme de este trance experimental! Ahora soy más feliz. Bien, pero no se confíe, esto puede ser una curación transitoria, mañana a las nueve aquí para la resonancia magnética. No se preocupe Dr. aquí estaremos.

Pues sí, ¡Yo lo había decidido! Me instalé en el silencio y he dejado de hablar, aunque solo por 24 horas, que no se cumplieron, para conocer los problemas de la comunicación, pero, ¿Cuáles han sido las consecuencias? si es que las ha habido. Sin embargo, lo más seguro es que guarde silencio y continúe con mi experimento, si no quiero morir a mano de una dulce dama, creo que estará contenta y que me prefiere hablando aunque diga tonterías o, por el contario, no diga nada, ni que nadie me entienda.

Entre las conclusiones más importantes, es que el sonido del silencio puede ser atronador hasta dejarte sordo. Pero no me quiero referir a la melancolía y sí al sonido que yo deseo oír, es decir al que parece que no escucha nadie. Este sonido no tiene que ver con los decibelios, bajos o muy altos. El silencio de mis vecinos, que no paran de hacer ruido o el de mi cabeza, que está todo el día llena de zumbidos y que, configuran los problemas de la comunicación del siglo XXI. Parece que vivimos en una isla de sonido, pero no importa porque nadie se queja. El nuevo paradigma de la comunicación es que todo el mundo habla y nadie escucha, ni oye nada, actuamos como si no pasara nada y seguimos hablando. Lo cierto es que no lo necesitamos, ni queremos oír a nadie, todo nos molesta y, lo que es peor, que nos cansen con cuentos que no nos interesan y que pueden quitarnos el sueño. ¿Nos estamos adiestrando para cuando, tarde o temprano, tengamos todo el tiempo del mundo para dejar de hablar y soñar en el ensueño eterno?

 Actuamos como células independientes y autónomas, que nos definen como seres humanos pero, sin embargo, mucho hemos cambiado para mutarnos en el “homo clausus”. Esta mutación social nos incapacita para la supervivencia, ¿Echaremos en falta el sonido del silencio cuando cambiemos de domicilio a la calle del silencio perpetuo?

En fin, para contribuir al bienestar y a la confusión total del caos, proclamo y propongo el “Día mundial del silencio” (2 de enero), seguro que aumenta la confusión de la comunicación y podremos descansar por unas cuantas horas.