La rata gris o de alcantarilla o
la rata negra, han sido enemigos del hombre desde tiempos muy remotos y han
provocado, a lo largo de la historia, decenas de miles de muertos, por ejemplo,
enfermedades transmitidas por la pulga de la rata como es la peste bubónica.
Estos compañeros de viaje constituyeron el paradigma de los animales que eran
capaces de producir graves plagas y más de medio centenar de enfermedades
diferentes. Pero, ¿Cómo acabar con estas tragedias?
La lucha fue sin cuartel durante
mucho tiempo, pero el déficit de infraestructuras en las ciudades,
especialmente en las más antiguas, hacía que las ratas fueran los “reyes del
mambo”. A pesar de su tamaño ridículo su
inteligencia era tal que sobrepasaban los límites de su escaso cerebro, eran
capaces de desarrollar una estrategia de cálculo para obtener la comida
burlando siempre a su depredador, el hombre. Cuando se pretendía engañarlas con
comida y veneno, allí donde caía una muerta era comunicado al resto de la
manada y no volvían a aparecer por allí.
Pero, ¡Eureka! Después de mucho
investigar se dio con una fórmula mágica, los dicumarínicos, anticoagulantes
que al tomarlo, cada rata moría desangrada en un lugar diferente a las demás y
de esta forma no percibían el riesgo, provocaba lo que se llama una “epidemia
silente”, se morían sin hacer ruido.
Y toda esta introducción ¿A qué
viene? Pues que me recuerda a otros animales, también inteligentes, como son
los seres humanos. ¿Cuántas enfermedades provocadas por sustancias químicas producen
cánceres? además de otras patologías ocasionadas por la contaminación medio
ambiental. Sin embargo, estos enemigos no son visibles y no se perciben, provocando
también epidemias silentes, aunque sean universales, incalculables e
impredecibles y algo fundamental, tienen
un significado político.
Pero las enfermedades no solo son orgánicas, hay otras sociales que
son tan dañinas como los virus, me refiero al paro, a la pobreza, a la
desnutrición, al trabajo precario y a sueldos indecentes, al abandono de los
viejos, de los discapacitados, etc. ¿Por qué me estaré acordando de las ratas?
Animales inteligentes pero tan diminutos como los “neutrinos”.
Vivimos una época donde la solidaridad
y la ética brillan por su ausencia. La degradación social y la injusticia son
tan manifiestas que estamos alcanzando niveles de desigualdades sociales que no
tienen precedentes en la historia moderna. Y es que nuestros “apóstoles” de la
economía y la política no cejan en su objetivo de “economizar la vida”. El
criterio económico cuantifica cada existencia hasta niveles microscópicos, ¡Tanto tienes tanto vales! y si no tienes
nada serás triturado por la máquina de los desechos. ¿Dónde está la humanidad y la
solidaridad? y ¿El espíritu cristiano? ¿Dónde está? hay tantos y tantos hombres
y mujeres adictos a la buena fe de su religión que deberían aprender algo del
papa Francisco. ¿Cuantas personas están muriendo, ahora mismo, lentamente, en
sus casas sin alarmar a los demás? La indefensión social es angustiosa. Nos
arrebatan cada día derechos que creíamos nunca iba a suceder.
La enfermedad social está
desestructurando la paz social y lo hace de una manera silenciosa, discreta,
oculta a los ojos de los demás. La aparente paz social no resiste un análisis
general. Podemos hacer una prueba ¿Por qué no rascamos superficialmente la piel
de nuestra sociedad? Según la OMS con
el copago y las privatizaciones en sanidad se calcula que en el mundo unos
150 millones de personas se arruinan cada año por facturas sanitarias, y afirma
que “si no se cumple el derecho a la
salud para todos los ciudadanos, los Estados no prosperarán ni crecerán, y los
pobres seguirán empobreciéndose cada vez más”. Además, resalta que el derecho a la asistencia sanitaria
gratuita para toda la población es una de las fórmulas que los expertos
consideran más eficaces para luchar contra el círculo de la pobreza. La OMS
afirma que si se atajan las enfermedades evitables y se mejoran los indicadores
de salud, se incrementa la fuerza laboral y la productividad de estos países.
Por lo tanto, hay
que salir de este círculo vicioso, el empobrecimiento no trae más que
enfermedad y muerte, siempre se dijo que la
cuna condiciona el ataúd, evitemos en el siglo XXI esta injusticia social. La
economía debe estar al servicio de los ciudadanos y no al revés. Hay que
visualizar esta epidemia silente que adormece y paraliza la acción social,
porque además, a medio plazo, es más rentable económicamente, aunque estos
avaros de la economía no vean más que el enriquecimiento rápido. Les
obligaremos a que, impunemente, no nos definan como “efectos colaterales”. Cuando
las ratas se den cuenta del engaño dominarán el mundo, especialmente porque
somos muchas más.
Esperemos que en
el viaje de vuelta regresemos de nuevo al Estado de Bienestar ¿Volveremos al
pasado para recuperar el futuro?