Estamos ante un nuevo orden mundial.
Aparecen nuevos agentes, apóstoles de un
nuevo “mercado” que nos
evangelizarán en una nueva ideología. Cuando
creíamos que el sistema estaba en una profunda crisis, renace como el ave fénix. Muchos pensamos,
ingenuamente, que con la crisis del 2008 el modelo y el sistema economicista se
tambaleaban. Teníamos ante nuestros ojos un cambio de era, de paradigma, y, en
definitiva, la transición a una nueva era. Se podía vislumbrar un modelo más
humano, que debido a sus excesos, incluso auto destructor se transformaba. Sin
embargo, voilá, la “tecnocalipsis”
sirvió para revitalizar el sistema y hacerlo aún, si cabe, más fuerte.
¿Quién hay detrás de este cambio?
¿Quién valora los límites? ¿Cuál es el papel del Estado? ¿Y de la Acción
Social? ¿Por qué esta anestesia general y porqué la indefensión tan
pronunciada? ¿Por qué lo económico ha llegado a ser determinante sobre lo
político? ¿Qué papel tienen los políticos y quien les aconseja?
Es fácil de comprender que este nuevo orden mundial quiera “ejecutar” al
Estado de Bienestar; a que el debilitamiento de los Estados sea cada vez mayor;
a que se pierda la soberanía de las Naciones para engrandecer el poder de los
“mercados”; a que no haya políticas económicas y fiscales que entorpezcan el
libre comercio de los mercados en el mundo; a que lo económico sea determinante
sobre lo político y lo social; a que surjan nuevos Centros de actividad
económica internacional, así como, corporaciones multinacionales como por
ejemplo la OMC; a que haya una disminución de la “clase trabajadora”
reivindicativa, así como, una desaparición de los sindicatos.
Este nuevo orden mundial es la nueva
religión, la cultura del turbo consumo, la de la felicidad- exprés aunque esté
herida de muerte, en definitiva, nuestra nueva ideología, donde el
individualismo prevalece sobre la solidaridad. Para avanzar en esta línea se impone un modelo único, monolítico
de dominación cultural. Este modelo se define como avanzado, moderno, racional,
desarrollado y civilizado, sus pilares son el individualismo, el consumo, la
ley del más fuerte, la competitividad, la nueva cultura de masas y la
eficiencia financiera. Para llevarlo a cabo es necesario homogeneizar la
pluralidad y controlar las diferencias. Este es el nuevo orden. Está en grave
peligro la biodiversidad cultural, no a la diferencia, no a los nacionalismos,
la nueva cultura y la dominación ideológica, es evidente que las técnicas de
comunicación y el poder mediático ayudan a que exista la rentable ficción de que uno es libre y pueda tomar sus propias
decisiones (N. Elias). Dejaremos de
ser lo que somos y, además, nuestras señas de identidad serán transformadas en
un modelo único, homogéneo, dominado por el imperialismo cultural que
atravesará todas las fronteras y dará igual estar en Pekín, en Bangkok o en Paris. En definitiva una cultura
universal, única y hegemónica.
Son muchas la amenazas de la globalización,
aunque también tiene efectos muy positivos, no solo perversos. Sin embargo,
cuando hablamos de globalización nos referimos a la económica y no a la
mundialización del desarrollo que, obviamente no está implantada socialmente.
Estas amenazas generan una gran inseguridad, como por ejemplo: la económica,
financiera, laboral, cultural, política, medio ambiental y de salud. Estas
consecuencias no son solo producto de mi imaginación, sino de los informes de
las Naciones Unidas. Sin embargo, estos aspectos no son objeto de la información
plural e independiente, por lo que, estos cambios no se conocen suficientemente
por la población. Son invisibles, probablemente porque no interesa. Es más
atractivo pensar en una economía globalizada, cuyas oportunidades para hacer
dinero son infinitas, especialmente cuando la libertad del capital es máxima, a
pesar de todo, como la destrucción del medio ambiente, la inseguridad política
o cultural, como es el riesgo de la extinción de otras culturas.
Un aspecto, para mí, muy importante,
es la inseguridad de la política, de la “POLÍTICA” a lo grande, la de la
actuación y defensa de los intereses generales y no la micro política, aquella
que pretende desacreditar a las políticas y a los políticos. Es cierto que
estamos ante una crisis de lo político. La gran cuestión es saber ¿Por qué se
produce esta crisis? ¿Se trata de una crisis espontánea o controlada? ¿A quién
le conviene el desprestigio de la política y de los políticos? En la era de la
información, el poder mediático es enorme, su influencia sobre la población
está garantizada, sus técnicas para modificar la cognición social está
demostrada y, por este motivo, han surgido tantos canales de TV como hongos tras
de la lluvia. Los intereses de cada medio son muy claros, tienen un trasfondo manifiestamente
económico y en segundo lugar político. Las tertulias están a la orden del día
donde la simplificación del leguaje, los escándalos de corrupción, llegando a
identificar lo político con lo corrupto, el sensacionalismo, los políticos
banales, serviles y mentirosos. Con todos estos ingredientes, los nuevos
“evangelizadores”, ocupan el espacio y el medio de comunicación para sustituir
al político y a las políticas. Estas
tribunas son privilegiadas, como por ejemplo, la radio o la TV.
El efecto de estos programas,
planificados con anterioridad, es favorecer la desafección del ciudadano con el
político. Se desacredita, a veces con razón, pero muchas no y, después, se
pretende ocupar su espacio, democráticamente elegido por los ciudadanos, no me
digan que esto no es un “golpe de estado” en toda regla. El siguiente paso,
tras la desafección social de la política es hacerla desaparecer e instaurar
una dictadura económica.
Hay que defender vivamente a la
política, también a los políticos, aunque periódicamente halla que sanear la
era. Sin embargo, hay que hacer más, ya que es nuestra seña de identidad es
avanzar en la democracia participativa y real, no a la virtual donde no existe
la acción social.
Pero ante las embestidas e impulsos
de los medios audios visuales, el problema es que nos cogen siempre dormidos y
como estamos tan ocupados en sacar la cabeza del fango no tenemos tiempo para pensar, para reflexionar, para disentir, para
protestar, para contar como ciudadanos y no solo ser contados. Cada vez somos
más receptores pasivos, menos protagonistas activos. Esta es la nueva esclavitud (M. Zaragoza). Nos
dejamos fácilmente dirigir, parece que estamos extraviados en este laberinto y
necesitamos un guía. ¡Bingo! Esto es la cuadratura del círculo.
Estamos en el ojo del huracán,
vivimos “el apocalipsis de la crisis”.
Sin embargo, y después de mucho
meditar he llegado a la conclusión de que
“la crisis era necesaria”. Es cierto que tiene efectos muy perversos y
colaterales, sin embargo, por qué no podríamos aprovechar su impulso y su
fuerza para cambiar la dirección de la nave.
Sabemos que la crisis es necesaria
para instaurar un “nuevo orden
social”, orden que requiere un férreo control, por lo tanto, no se puede dejar
nada al azar, todo debe estar bien planificado y ejecutado. Nada debería
distraer su atención, hay que alcanzar el objetivo, aunque sea necesaria dar
una vuelta de tuerca, o dos, o, incluso, más, ¡Eureka! ¡Viva el efecto boomerang y la acción social!
¡A por la nueva estrategia!
Hay que tener en cuenta que mi visión
sobre la realidad social es muy compleja, aunque soy un optimista, melancólico,
pero al fin y al cabo, optimista. Sirvan algunos ejemplos para comprender que
hay otros más optimistas que yo. Para N. Lhumann los sistemas sociales se auto
regulan solos, así por ejemplo, la crisis de las vacas locas se hubiera
resuelto espontáneamente al comprobar los efectos negativos de ese cambio, para
volver al estado natural de las cosas. E. Morin, apuntaba que el exceso del
desarrollo de las corrientes negativas podría transformar la realidad. La
búsqueda de lo máximo y de la ganancia económica productivista daría lugar a la
búsqueda de lo mejor y no el máximo beneficio. La globalización económica que,
está degradando la biosfera, la extinción de la diversidad biológica y cultural, la degradación de la
calidad de vida, una economía depredadora con una disminución de las garantías
sociales y consecuencias muy negativas sobre el empleo, junto a una falta de
visión global de los problemas, ocasionaría un exceso de corrientes negativas,
por lo que, con el tiempo, daría lugar a otras más positivas, como por ejemplo:
civilizar a los ciudadanos y a las ciudades, salvaguardar la diversidad
biológica y cultural, predominio del ser sobre el tener, una mayor conciencia
global, solidaridad y una política de civilización.
El problema es que no sabemos, de
producirse esta realidad, ni cuándo ni cómo será, pero lo que nadie me puede
negar es que esto no sea un final feliz, como en los cuentos. Así que, si a
nosotros nos están contando cuentos desde que nacemos ¿Por qué no contarlos
ahora nosotros?
Érase una vez…. La globalización aumenta la competencia y lucha contra los oligopolios;
el capital fluirá generosamente hacia los países pobres; bajaran los precios;
habrá menos paro; evita la emigración forzosa; todos seremos ricos. Este es
el cuento de las mentiras, pero ¿Cuál es la verdad? la globalización favorece el capital en prejuicio del trabajo; el
impacto medio ambiental es mayor; hay más incertidumbre económica; la
regulación y la corrección de las desigualdades es menor; La marginación
aumenta y las desigualdades son escandalosas.
Así qué, ¿Nos conformamos con el palo
y la zanahoria, o no?
Bien, después de este viaje astral
¿Volvemos a las trincheras? o ¿A campo abierto y a pecho descubierto? La
globalización -económica- ha sometido a toda la sociedad mundial bajo su nuevo
orden, con un mayor control de nuestras vidas y, también, de las fronteras. A
este sistema el Estado le sobra, no necesita elaborar políticas, salvo su propia
auto disolución, las relaciones de mercado y el anarquismo mercantil deben
estar reguladas por ellos mismos. Estamos llegando a la meta, aunque los otros,
los invisibles, los parias, seguimos en la salida y, casi sin darnos cuenta,
ellos atraviesan la pancarta de la llegada con su premio en el slogan “capitalismo sin trabajo; más capitalismo
sin impuestos” (U. Beck).
Y qué decir del trabajo, ¿Qué ha
pasado con el pleno empleo? Y, las pensiones ¿Están aseguradas? ¿Los ingresos
fiscales, están asegurados? ¿Quién podrá asegurar las políticas públicas,
sanidad, educación, protección del medio ambiente, etc.? Parece que todo se
desliza por una pendiente oscura o gris, como nuestro futuro. El trabajo es
cada vez más informal, desmembrado, precario, parcial y, cómo no, flexible,
podríamos fabricar hombres de goma con células madre para poder estirarlos
hasta el infinito.
Este no es nuestro futuro ¡Es nuestro
presente! Propongo una ¡Insumisión social! ¡No al miedo! No vamos a participar
en este disparate. Este viaje lo hacemos todos juntos o de aquí no se mueve
nadie. Necesitamos soluciones urgentemente.